El Dios de la Vida. Fiesta de la Santísima Trinidad

Santo Evangelio según San Juan 16, 12-15. La Santísima Trinidad (C) (Domingo siguiente a Pentecostés)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Creer en la Trinidad es creer que el origen, el modelo y el destino último de toda vida es el amor compartido en fraternidad. Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no descansaremos hasta que podamos disfrutar de ese amor compartido y encontrarnos todos en esa “familia”, en la que cada uno pueda ser él mismo en plenitud, feliz en la entrega y en la solidaridad total con el otro. Celebramos a la Trinidad cuando descubrimos con gozo que la fuente de nuestra vida es un Dios-familia, Dios-comunidad, y cuando nos sentimos llamados desde lo más íntimo de nuestro ser, a buscar nuestra verdadera felicidad en el compartir, en el amar, en la fraternidad, en ser imagen de Dios.

Qué triste sería que este día de La Trinidad, nos quedáramos solos y encadenados a nuestro egoísmo. Habrá que abrir el corazón y los ojos para experimentar y hacer experimentar este Dios amor. Ojalá vengan a cada uno de nosotros muchos cuestionamientos: ¿Cómo puedo hacer que se refleje mucho más claramente en mi vida cristiana el ser “comunitario” de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo? ¿En qué aspectos concretos de mi vida se manifiesta el misterio del Dios trinitario como amor y vida?  ¿Cómo podría abrirme más a la acción del Espíritu de la Verdad en mi vida, para que me lleve a un conocimiento existencial y actualizado del evangelio de Jesús? Mons. Enrique Díaz

Cultivar asiduamente nuestro trato con el Espíritu Santo

Santo Evangelio según San Juan 14, 15-16. 23-26. Pentecostés

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad.El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas, y les recordará todo cuanto yo les he dicho”. Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes» ¿Puede haber una frase más consoladora que esta? Al pensar en estas palabras que Jesús pronunció a sus discípulos, podemos imaginar cuánto amor encierra esta afirmación. Él rogará por nosotros, así nos lo dice, pero tenemos que leer en primera persona estas palabras; nos habla a cada uno de nosotros de forma particular. Él nos dará  alguien que nos guíe y que no nos dejará solos jamás. Y nos toca a nosotros ahora no abandonarlo, o mejor dicho no creer que con nuestras propias fuerzas podremos superar todos los obstáculos «No permitan que el mundo les haga creer que es mejor caminar solos. No cedan a la tentación de ensimismarse, de volverse egoístas o superficiales ante el dolor, la dificultad o el éxito pasajero» Papa Francisco, mensaje para los jóvenes de Lituania.
«El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada». Somos morada del Espíritu Santo, eso es un regalo que se nos hace a partir de Bautismo. A partir de ese momento somos templo donde habita la Trinidad Beatísima. Por tanto, debemos cultivar en nuestra vida cotidiana el trato asiduo con Dios, pero no con formalidades rígidas que nos puedan asemejar con un fariseísmo, sino que debemos cultivar el trato filial, amoroso y sincero con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es una «familia» de tres Personas que se aman tanto que conforman una sola cosa.

El Papa nos dice al respecto:
«Mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una “familia” de tres Personas que se aman tanto que forman una sola cosa. Esta “familia divina” no está cerrada en sí misma, sino que es abierta, se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los hombres para invitar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de comunión envuelve a todos y nos estimula a vivir en el amor y en el compartir fraterno, seguros que allí donde hay amor, allí está Dios.» (Santísima Trinidad, ángelus del Papa Francisco, 22 mayo, 2016)

Ustedes son testigos de esto

Santo Evangelio según San Lucas 24, 46-53. Ascensión del Señor (C)
En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.
Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacía un lugar cercano a Betania: levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios. Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nuestra vida cotidiana de cristianos está marcada por estas palabras de Jesús: «Ustedes son testigos de esto». Cada momento de nuestra vida es una oportunidad para poner en práctica aquello que hemos aprendido de Él. El amor a Dios y el amor al prójimo son los signos por los cuales sabrán que somos sus discípulos. Aun así, no debemos preocuparnos por nuestra inconstancia y debilidad. Nos ofendemos, enojamos, herimos a los demás, olvidamos sus palabras. No somos perfectos y Él lo sabe. Por eso Jesús promete enviar el Espíritu Santo para que no estemos nosotros luchando solos, sino que, con su propia ayuda, podamos regresar a Él.
El Papa nos dice al respecto:
«La Ascensión del Señor al cielo, mientras inaugura una nueva forma de presencia de Jesús en medio de nosotros, nos pide que tengamos ojos y corazón para encontrarlo, para servirlo y para testimoniarlo a los demás. Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión, es decir, buscadores de Cristo a lo largo de los caminos de nuestro tiempo, llevando su palabra de salvación hasta los confines de la tierra. En este itinerario encontramos a Cristo mismo en nuestros hermanos, especialmente en los más pobres, en aquellos que sufren en carne propia la dura y mortificante experiencia de las viejas y nuevas pobrezas. Como al inicio Cristo Resucitado envió a sus discípulos con la fuerza del Espíritu Santo, así hoy Él nos envía a todos nosotros, con la misma fuerza, para poner signos concretos y visibles de esperanza. Porque Jesús nos da la esperanza, se fue al cielo y abrió las puertas del cielo y la esperanza de que lleguemos allí.»
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de mayo de 2018).