10º domingo Tiempo ordinario (B)
EVANGELIO
Según san Marcos 3,20-35
En aquel tiempo volvió Jesús a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales. Unos letrados de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Él los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil, no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre». Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo. Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan». Les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» Y paseando la mirada por el corro, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
HOMILIA
Una vez terminados una serie de domingos en los que hemos conmemorado una serie de fiestas: la Trinidad, el Corpus. Comenzamos el tiempo, llamado en liturgia, tiempo ordinario, tiempo que nos llevará hasta allá por finales del mes de noviembre. Serán una serie de domingos en los que guiados por el evangelio de Marcos, y por las demás lecturas dominicales, conoceremos hechos y dichos de Jesús relacionados con su vida pública. Y por lo tanto muy importantes para conocerlo un poco mejor.
Desde cuando solo había dos personas en la tierra, según el libro del Génesis, que ya sabemos es una forma de hablar y de escribir, el hombre, la persona humana ha sentido la tendencia de separarse del creador, de dejar a un lado a Dios, este siempre ha sido así, o sea que cuando ahora nos presentan esa misma realidad, con otras manifestaciones, como es lógico, por ejemplo no queriendo que los crucifijos aparezcan por algún sitio, eso no es algo nuevo, sino que es tan viejo como el mismo hombre. Es algo que nosotros repetimos constantemente, la aceptación de Dios y de su mensaje a través de Jesús es algo que debe escoger, no imponer, el crucifijo deberá estar donde sea elegido libremente, donde se le quiera y donde se le entienda. Lo que no podemos aceptar es que nos quieran hacer creer, que la imagen de crucificado sea signo de odio, de venganza y de imposición, cuando es la manifestación de la máxima expresión del amor, dar la vida por los que quieres.
El evangelio de hoy, nos narra unos pasajes curiosos, que tienen un poco que ver con esto. Quizá pensemos que la vida pública de Jesús, fue un camino de rosas, nada más lejos de la realidad. Incluso su propia familia, hemos escuchado, que van a recogerlo porque pensaban que no estaba en sus cabales. Lo que decía y lo que hacía era tan sorpréndete que incluso los suyos pensaban que no estaba bien de la cabeza.
Jesús debió sentirse bastante solo, pero no solo falto de compañía, sino sobre todo debió sentirse incomprendido. Lo que contaban de él sus paisanos de Nazaret no coincidía para nada, con lo que se esperaba que fuera el Mesías, hacía y decía cosas tan novedosas que estaban convencidos que estaba sufriendo alguna alteración mental, o que todo era producto de delirios patológicos.
Jesús se cuida mucho de separar a los doce, llevárselos aparte y hablarle a ellos solos. Y en ese ambiente, Jesús se encuentra bien, a gusto, ¿por qué? Porque está con un grupo que libremente acepta escucharle. Los que lo que consideran loco no formaban parte de los discípulos, era gente que no lo conocía bien, no tienen sintonía con él, no están en la misma onda.
Por eso la pregunta que se me viene a la cabeza ahora es, y yo, que soy cristiano de siempre ¿estoy en sintonía con la doctrina de Jesús, y de la Iglesia?, para estar en sintonía con alguien debo saber lo que dice, cuando lo dice, y por qué lo dice. ¿Me preocupo de formar mi opinión, sobre temas conflictivos, y ser capaz de dar razón de ella, con razones y con argumentos?
En el mundo que nos ha tocado vivir, donde la imposición es rechazada como algo poco racional, lo cual está muy bien, porque impide los abusos por parte de los que tienen el poder, solo podremos llegar a las nueva generaciones, con mucho diálogo, mucha coherencia, mucha fidelidad y mucha autenticidad. No vale el decir y no hacer. No vale no ser testigo de los que decimos creer. ANTONIO PARIENTE